En un entorno donde la sostenibilidad y la innovación son imprescindibles para la industria alimentaria, OLÉ refuerza su compromiso con el crecimiento responsable a través de una inversión estratégica de 1 millón de dólares en 2025.
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Esta inversión impulsará el desarrollo de nuevos productos, expandirá su presencia internacional y permitirá continuar apoyando a pequeños agricultores a través de su modelo de economía circular. Para darnos más detalles, conversamos con Pedro Vega, Gerente General de Productos OLÉ.
Cuéntanos sobre tus inicios como empresario...
—Mi historia profesional, entre lo que estudié, lo que he trabajado y OLÉ, tiene un hilo conductor y un incio que es la agricultura. Inicialmente decidí estudiar agronomía porque me gusta el campo, pero me di cuenta que el siguiente paso que debía tomar era estudiar tecnología de alimentos y apostar por la agroindustria.
Tras la ingeniería, opté por una maestría en Food Science. Luego, trabajé en Ecuador durante un año como supervisor de calidad en una importante empresa del país.
Después de ello, tuve la oportunidad de incorporarme al área de ventas, llegando a gerente en una de las nuevas plantas de dicha empresa.
Es por eso que cuando empecé OLÉ, siento que el ciclo se volvió a repetir pero al revés. Cuando iniciamos con esta marca ya tenía mucha experiencia comercial en el área de alimentos, de negocios y produccion. El circuo se cerró porque también terminamos involucrandonos con nuestros agricultores a traves de nuestro programa Del Campo al Campo. Asi termine de nuevo volviendo a mis inicios.
¿Cuándo y cómo nace OLÉ?
—La empresa tiene dos etapas. Nació hace 25 años con funddo por una pareja de origen colombiano, Philip e Imelda Baker, quienes desarrollaron la receta del ají con maracuyá. La comercialización fue uno de sus principales retos y pensaron en cerrar su negocio tras dos años de producción.
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Ahí fue cuando adquirí la la empresa. El hecho es que estoy ya 23 años dirigiendo la marca y, efectivamente, el ají con maracuyá es el producto estrella en volumen de ventas.
Como parte de nuestra innovación, en OLÉ nos gusta tomar un concepto y darle nuestro toque diferente. Nuestro sueño siempre fue ser una empresa exportadora y tener el mejor ají tropical del mundo. Por eso vimos que el maracuyá tenía muchísimo potencial.
Empezamos con una planta muy pequeña, del tamaño de un cuarto, a la que llamábamos el laboratorio. Es por eso que uno de los hitos más importantes para nosotros ocurrió hace como un año y medio, cuando inauguramos una planta de 2.300 metros cuadrados.

Adicional al ají de maracuyá, OLÉ ha diversificado su portafolio, ¿cómo ha sido este proceso?
—Desde hace unos 15 años, fuimos expandiendo el portafolio para convertirnos en una marca de alimentos más transversal. Ahora tenemos 65 productos que compiten en muchas categorías. Cada año, lanzamos más de 15 productos nuevos, con el fin de captar nuevos mercados y adaptarnos a las tendencias.
En la línea de salsas, tenemos barbecue, de espagueti, para dipeo, teriyaki y más de seis tipos de ají. En la línea de conservas, ofrecemos jalapeños, aceitunas, tomates deshidratados, entre otros. Y en 2018 lanzamos una línea de snacks, a los que llamamos totopos, naturales, saborizados, etcétera.
En 2025, OLÉ sorprenderá con sabores como Miel Picante y nuevas colaboraciones con marcas ecuatorianas, además de capitalizar el creciente interés por productos tradicionales como el Chamoy, que ha registrado un aumento en la demanda entre el público joven.
¿Cómo este crecimiento se ha ido reforzando con el talento humano?
—El crecimiento económico también se ve reflejado en el número de colaboradores con los que hoy contamos. Cuando arrancamos, éramos tres personas: dos personas encargadas de la producción y yo hacía el resto de tareas, como distribuir el producto en los sitios de entrega.
Ahora somos un equipo conformado por 76 personas que trabajamos directamente en la planta, y cerca de 200 de forma indirecta como proveedores de algunos servicios.
A esto se añaden los agricultores que nos proveen de las materias primas de nuestros productos. En estos 25 años, OLÉ ha consolidado el programa “Del Campo al Campo”, orientado a integrar prácticas de economía circular que benefician a la comunidad agrícola y además, garantiza ingredientes más frescos y de mejor calidad para nuestros productos.
Este modelo se caracteriza por apoyar a más de 200 familias de pequeños agricultores, proveyéndoles compost gratuito generado a partir de residuos orgánicos de la producción; esto mejora la calidad del suelo y fomenta prácticas agrícolas sostenibles; y adicional a esto, se logra reducir la huella ambiental de la cadena de producción, al disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Esto, a su vez, nos ha permitido mantener nuestra esencia artesanal. El emprendedor debe encontrar un camino diferente, porque si hace lo mismo que el resto de la industria, no será competitivo.
Nosotros empezamos y decidimos mantener los ingredientes frescos, lo que llamamos “nuestra esencia artesanal”, y es una gran ventaja este país al proveernos de insumos frescos, a diferencia de otras industrias en el mundo. Nos dedicamos a hacer lo que para muchas empresas grandes es muy dificil
En Ecuador se puede comprar maracuyá, piña, banano, cebollas, tomates, papas, lo que sea, todo el año, lo cual en otros países es muy difícil. Decidimos sacar ventaja de esto y declararla como una ventaja competitiva.
OLÉ fue pensada como una marca para exportación y ahora ya lo están logrando…
—Cuando uno abre una botella de ají con maracuyá, realmente percibe el aroma de esa fruta fresca. Eso nos ha llevado a otros países y en el que mejor nos ha ido ha sido Estados Unidos, y es donde estamos enfocados en crecer.
Tenemos una muy buena alianza con un distribuidor importante, con el que empezamos en Nueva York y New Jersey; luego nos expandimos hacia Boston, Miami, Chicago, y ahora acabamos de abrir Texas.
Nuestro enfoque principal, si bien tenemos consumidores americanos, es el mercado latino.
El ciclo de penetración es que quienes empiezan consumiendo productos muy étnicos de sus países, prueban otros productos que pasan a identificarse como latinos, y algunos de ellos pasan al mercado americano que es masivo.
Estamos muy enfocados en cumplir este ciclo, porque creemos que tenemos muchas oportunidades con nuestro portafolio.
En este proceso, el año pasado logramos más o menos unos 500 mil dólares de facturación en exportación y este año queremos duplicar esa venta.
Enfocados en ellos, ¿el visual de la marca logrará esos objetivos?
—La razón por la que escogimos esa marca fue justamente con la idea de exportar nuestro producto. Queríamos una marca que reflejara ese espíritu latino, tropical, diferente y fácil de pronunciar. Es un reto, pero nos interesa que pese a la marca construida bajo un concepto global, nos conozcan como ecuatorianos.
Para lograrlo, el camino ha sido afianzarnos en el mercado local. El año pasado, pese a ser una etapa con muchos desafíos, crecimos un 18%.
Para mí, si bien hay mucho de qué quejarse en Ecuador, creo que las oportunidades son muchas más.
Y uno de los principios que nos ha permitido esta permanencia y crecimiento es que busco gente buena que sepa hacer bien su trabajo. Creo que si uno cumple ese perfil, ser una persona madura, responsable y comprometida, que se capacita, aprende, y hace lo que le pide la empresa, hay oportunidades para ellos.
Como empresario, es un reto importante generar las condiciones de empleabilidad, de nuevas oportunidades de negocio, para que los colaboradores crezcan a la par, e incluso, los agricultores que en algún momento pensaron en abandonar el campo, puedan quedarse y trabajar en su tierra.
La vida no siempre es fácil. Uno puede vivir en Estados Unidos, en Europa, donde sea, pero siempre hay retos y hay que enfocarse más en cómo resolverlo que caer en el pesimismo o en la queja.
Es por eso que nuestro compromiso va más allá del crecimiento comercial; queremos seguir impactando positivamente en nuestra comunidad y en el medio ambiente.
La sostenibilidad y la innovación son el corazón de OLÉ.