“No disparen, me estoy entregando”. Así, sin resistencia armada, terminó uno de los operativos más esperados del país. Pero lo que ocurrió segundos después, en ese preciso momento en que alias Fito asomó desde su escondite subterráneo, fue tan revelador como su captura.
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Según contó el ministro del Interior, John Reimberg, al programa Visionarias, alias Fito no mostró sorpresa ni negó sus delitos. No intentó justificarse ni mostró angustia por la recaptura. Su preocupación estaba en otro lugar: lo primero que quiso saber encierra el temor de quienes han liderado organizaciones criminales con tentáculos internacionales.
El escondite donde fue hallado era un búnker minuciosamente construido en una ampliación de la vivienda. El acceso tenía clave y lector de huellas dactilares. Por fuera, parecía un sembrío; por dentro, era una trampa que pudo haber terminado en tragedia si la maquinaria utilizada hubiese perforado con más fuerza. “La máquina iba a romper el techo. Si seguía, moría”, relató Reimberg.
Ya bajo custodia, el criminal más buscado del Ecuador no preguntó por su defensa legal ni por su familia. Su primer comentario, dirigido a los agentes, reveló lo que realmente lo inquieta desde hace meses: su futuro fuera del país. Según el ministro, “lo primero que hizo fue preguntar si lo iban a extraditar”.
Alias Fito está hoy en La Roca, bajo medidas de seguridad extremas, mientras Ecuador prepara la documentación para una posible extradición. Estados Unidos lo ha solicitado por delitos relacionados con narcotráfico y uso de armas de fuego.
En su entrevista con Visionarias, Reimberg también reveló que Fito ya sospechaba de esa posibilidad: habría ordenado a gente cercana averiguar, con identidades encubiertas, si existían acuerdos con otros países para enviarlo. La visita del gobierno ecuatoriano a El Salvador habría intensificado ese temor.
